Hace mucho tiempo, cuando Dios
estaba creando las especies, es decir, a todos los animales que viven en la
tierra, Adán, el primer hombre, le dijo a Dios:
- Señor,
me encuentro solo, dame un amigo que me haga compañía.
Y Dios
llamó al lobo salvaje que corría por el bosque y le dijo que hiciera llamar a
su hermano manso, el perro, y lo domesticó para que viviera con el hombre.
Adán
estuvo viviendo un tiempo con el perro, pero al cabo de unos días llamó otra vez
a Dios:
-
Señor, mi perro siente hambre y yo también, dame por favor, un animal que nos
dé carne.
Y
Dios, bondadoso, acudió al ciervo, el alimento del lobo en el bosque, y el
ciervo le envió a su hermana mansa, la cabra, y la domesticó para que viviera
con el hombre y darle su carne.
Adán pudo
vivir un tiempo con su perro manteniéndose con la carne y la leche de la cabra,
pero al cabo de unos días llamó otra vez a Dios:
-
Señor, la carne de la cabra estaba sabrosa, pero necesito un animal más grande,
mi perro y yo tenemos el hambre de un león.
Dios,
una vez más, acudió al león y le pidió un búfalo, la carne de la que él se
alimentaba, viviendo salvaje en la savanah. En cambio, el león le ofreció a la
vaca, que era mansa. Y Dios la domesticó para dársela a Adán.
Adán
y el perro vivieron juntos un tiempo, alimentándose de la carne y la leche que
la cabra y la vaca le proporcionaban. Pero al cabo de unos días llamó otra vez
a Dios:
-
Señor, he cogido estos huevos de codorniz para alimentarme pero son muy
pequeños y esta ave muy salvaje, por lo que rara vez me la encuentro.
Y
Dios hizo llamar a la gallina, que era un ave mayor que la codorniz, y la
domesticó para que viviera con el hombre.
Adán pudo
vivir mucho tiempo manteniéndose con la carne, la leche y los huevos de los
animales que Dios había domesticado para él, pero un día llamó a Dios otra vez:
- Señor,
he intentado domesticar al avestruz para que me dé huevos mayores que los de la
gallina, pero si lo dejo libre desea escapar y no quedarse conmigo como la
gallina.
Y Dios
respondió:
- Claro
Adán, he creado salvaje al avestruz y aunque tú lo domestiques para que viva
contigo, siempre será salvaje en su interior.
- Pero
Señor, -dijo Adán- he intentado domesticar a la serpiente para que viva conmigo
pero si la dejo libre me intenta atacar.
Y Dios
respondió:
- Claro
Adán, he creado salvaje a la serpiente y aunque tú la domestiques para que viva
contigo, siempre será salvaje en su interior.
- Pero
Señor, -replicó Adán- he intentado domesticar al ave para que cante para mi
pero si lo dejo libre, desea escapar.
Y Dios
respondió:
-Claro
Adán, he creado a las aves salvajes y aunque tú las encierres en jaulas,
siempre serán salvajes en su interior.
Y Adán comprendió que Dios había
domesticado muchos animales para él para que le hicieran la vida más fácil,
como: el perro, la cabra, la vaca, la gallina… que necesitaban al hombre para
que les diera cobijo y alimento.
Pero también comprendió que había otros muchos animales que
vivían felices siendo salvajes, sin el hombre, en los bosques, selvas,
desiertos… y que aunque el hombre los atrapara y domesticase, seguirían siendo
salvajes en su interior, como lo eran: el lobo, el león, el ciervo y todas las
aves y los animales del mar.
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