viernes, 5 de abril de 2013

El secreto

El sol seguía saliendo por el este, el cielo era azul y el olor a petunias del parque seguía entrando por el balcón pero no, ese día no iba a ser como los demás.
            Recibió el primer mensaje hace nueve años y casi había logrado convencerse de que aquella aventura no había sido sino un sueño de la infancia pero ahí estaba, como aquella vez, un papel de plata pegado al espejo.
            Su madre se cansó de escuchar historias sobre una lechuza parlante y un mundo extraordinario donde un color era el gobernante. Ahora vivía con su padre y lo único que echaba de menos era la visión de la Torre Eiffel desde su habitación.
            Al Rey Blanco no le gustaba que le hicieran esperar así que dejó los recuerdos del pasado para otro momento y leyó la nota: “NinaRi, pequeña NinaRi, encuentra la manzana de rubí y sálvame”.
            Era increíble, dos recuerdos de Francia en un mismo día. Ahora la llamaban Nina a secas, sin esa ridícula ‘r francesa’ que le traía recuerdos de un divorcio, una madre incrédula y un sueño infantil sobre un mundo imaginario. No, no era imaginario, era real, fantástico pero real y ahora necesitaban de nuevo su ayuda.
            Dobló el papel de plata y lo metió en el bolsillo interior de su chaqueta, se colocó ante el espejo y miró su reflejo. No, si lo hacía, lo haría bien. Revolvió en su viejo baúl buscando aquel detalle tan francés que le regaló su madre antes de desaparecer durante una semana, cuando aún eran amigas.
            Se puso su boina roja y volvió frente al espejo. Tres palmaditas al corazón, tres golpes al espejo. Estaba preparada. Cerró los ojos y extendió el brazo. No había dudas, no había miedo. NinaRi regresaba a Inversa.
            Abrió los ojos, allí estaba de nuevo, puede que nadie tuviera conocimiento de aquel maravilloso lugar pero ahí, donde estaba, ella era la heroína de todos los tiempos. Alguien la saludó desde el cielo, era Pluma, una lechuza que lo sabía todo de lo que era necesario, es decir, no sabe de algo hasta que no es necesario, esa era su habilidad.
            “Bonjour, chère amie”. No había olvidado su idioma materno, su acento fue excelente. Le habría gustado hablar más con su vieja amiga pero el tiempo apremia y la luna no tardaría en esconderse. Extendió el papel de plata en el suelo, las letras se iluminaron y apareció ante ella el “Laberinto de lo Buscado”.
            Lo recordaba como un juego pero se había hecho mayor, no era momento de ponerse a jugar, tenía suerte de que Pluma la ayudara. La guiaba a un lado o a otro, hasta que al cabo de unas horas llegó al centro del laberinto. Un gran árbol blanco y un letrero “Quise ser gigante y rozar las nubes. Quise cambiar de ambiente y favor no tuve”.
            “Es el Rey Blanco, la Bruja Roja lo transformó en árbol y desde entonces, perenne, observa las estaciones” ululó Pluma en su mente. Comprendió que la manzana de rubí era el corazón del rey pero ¿dónde encontrarlo?
            Llamó a Clandestino, su caballo, su amigo, su fiel montura. Su habilidad era detener el tiempo y así fue hasta que llegaron al Monte Sincero “¡Muéstrame montaña, dónde está la manzana!”.
            Se vio a sí misma con ocho años mordiendo una manzana de Inversa: blanca la cáscara, roja la pulpa. Era ella, con un rubí por corazón, héroe y bruja a la vez, cuya alma de niña quedó atrapada en un mundo extraño que ahora quería gobernar.
            Así fue como se detuvo el tiempo en Inversa, y eso era algo que Pluma ya sabía.

* Relato presentado al concurso de relatos hiperbreves Ma non troppo del blog 'La siguiente la pago yo'


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